jueves, 26 de mayo de 2011

El gran ENGAÑO de la transición.

Cuando en los libros de la denostada historia, te venden el momento de la transición, te cuentan una bonita historia de amor en el que al final todos los comensales son felices y comen perdices.

Pero cuando analizamos desde la distancia, la comilona sobre la que se asientan ahora nuestras leyes y normas de convivencia. Podemos asegurar, y sin animo de ser xenófobo, que aquello sin lugar a dudas fue una merienda de negros.

Porque como su propio nombre indica, fue una transición, pero no como nos habían vendido de un sistema de gobierno a otro, sino de una transmisión de poderes de un poder dictatorial a otro.

Un poder dictatorial y absolutista, envidia de cualquier sistema feudal del medievo, en el que el poder detentado por un solo individuo controla a jueces, gobierno, policía y ejercito, sin oposición real alguna. Un poder establecido, que en un paripé de gobierno del pueblo, nos permite elegir entre que caudillo dictatorial deseamos ser robados y agredidos en nuestras libertades, durante los próximo cuatro años.

Un poder establecido, que debido a su intocabilidad, promueve y ejecuta nuevas leyes siempre dirigidas a mantenerse en el poder o en caso de perderlo seguir trincado lo mismo que cuando se detentaba, por decreto eso si, que a legales no nos gana nadie.

Aquel triste día en que se dio paso a la mal llamada democracia, en verdad lo único que ocurrió es que los dos caciques de las dos viejas Españas, siempre enfrentadas, llegaron a un acuerdo para repartirse el feudo lo mejor posible. Y además organizaron el territorio en distintos señoríos feudales, para que el poder estuviera lo más cercano posible al pueblo a fin de exprimirlo mejor.

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